El emisor de un activo financiero puede ser una persona natural o jurídica, que tenga la capacidad de generar los pagos futuros a los que se compromete.
Un Activo financiero según sus características en cuanto al tiempo por el que es adquirido o su forma, puede ser un activo fijo o un activo no corriente o circulante.
Si por ejemplo se adquiere un título o se realiza una inversión por un plazo de seis meses, se puede afirmar que es un activo corriente, ya que será convertido en flujo de efectivo o dinero en menos de un año.
Un activo financiero tiene siempre tres características especiales que deben ser evaluadas por la empresa en el momento de su adquisición:
La rentabilidad del activo financiero indica a la empresa en que porcentaje crecerá la inversión realizada en él, sus ganancias y utilidades.
Si en cambio, la rentabilidad no se fija en un valor específico, sino que varía según otros aspectos (como indicadores financieros, la bolsa de valores, el dólar, etc.), estamos ante una una rentabilidad variable.
Esto imprime un grado más alto de riesgo en la inversión.
El riesgo como su nombre lo indica, es la probabilidad que existe de que los ingresos futuros que la empresa espera, y por los que adquirió el activo financiero, no sean pagados por parte del emisor de éste.
Por lo general, mientras más alto es el riesgo, es mayor la rentabilidad.
Y de forma contraria, mientras es menor el riesgo, es menor la rentabilidad del activo financiero
La liquidez del activo financiero, es la capacidad o posibilidad que tiene el activo adquirido por la empresa de convertirse en dinero o flujo de efectivo.
Independientemente del tiempo en el que se esperen obtener los beneficios futuros de la adquisición de un activo financiero, es importante que la empresa analice detenidamente su riesgo.